miércoles, 21 de diciembre de 2022

No es destruir es transformar


Para finalizar el año, quiero compartir con vosotros un relato en el que expreso mi objetivo para 2023, y con el que espero alentar la ilusión por el cambio constructivo. Ilusión e inspiración que animen las pequeñas acciones para transformar sin destruir.

La abuela grafitera, personaje de nuestro relato, tiene un propósito, quiere construir un legado para sus nietas, un sello que aliente valores de cuidado y protección, de solidaridad y empatía. Quiere protestar ante lo que daña y que pasa inadvertido en el día a día. Se rebela ante la pasividad y se indigna ante la acción violenta y bronca. Quiere que la esencia de la belleza natural no sea vencida por la acción insensible del codicioso o el estúpido. Quiere contribuir con pequeñas acciones a impulsar la amabilidad, el respeto y la cooperación.

La abuela grafitera

Érase una vez una abuela que cada día paseaba cerca del mar. Tenía la suerte de vivir en un lugar con grandes espacios abiertos desde donde contemplar el horizonte y respirar aire limpio. Un bello entorno en el que resultaba fácil descansar la retina del trabajo con el ordenador. Sin embargo, no todo era bonito, a veces encontraba desagües apestosos que desembocaban en la playa dejando un rastro de sucio fango. Bolsas de plástico que el levante precipitaba desordenadamente hacia el agua confundiendo y dañando a los habitantes marinos. 

Una vez, incluso encontró un gran paquete que contenía droga, un fardo lo llaman y tuvo que llamar a las autoridades para que lo recogieran. Era frecuente también, encontrar restos de barcos de personas que subieron a ellos con el propósito de encontrar aquí una vida mejor. No sabe si lo consiguieron, ellos no están, aunque a veces sus ropas mojadas quedan en la arena como testigo de su llegada.

A veces se enfada cuando descubre a kitesurfistas con su cometa en la laguna en la que descansan las aves en su ruta de migración. Asustadas por el pajarraco humano, su avituallamiento a medio viaje se trunca.  La abuela no entiende a estos egologistas. Llama a las autoridades, pero no le hacen mucho caso.

Hacía ya tiempo que, al pasar al lado de uno de los colegios cercanos a la playa, la abuela veía escritas en una pared palabras soeces, expresiones y dibujos con significados obscenos. La abuela no era una mojigata, pero no le parecía ni bonito ni apropiado que los niños y niñas de la escuela de al lado, pudieran leer cada día esas palabras y ver esas imágenes. No entendía por qué nadie las borraba, los maestros y maestras, los padres y madres, deducía que su pasividad tal vez se debiera a la costumbre o a dar por hecho que no era su responsabilidad, no lo sabía.

De modo que decidió actuar. Aunque su nieta iba a otro colegio, sintió la necesidad de intervenir y así lo hizo. Una tarde, se dirigió a un bazar cercano y compró un espray. Avanzó decidida hacia el callejón de las palabras soeces convencida de su propósito. Quería ser discreta, una grafitera anónima, más llevando a su nieta con ella en la misión secreta.

¿A dónde vamos abuela? Preguntó la pequeña. Vamos a cambiar unas palabras feas por unas bonitas. Entonces la niña eligió la palabra AMOR. Claro, pensó la abuela, ella rebosa amor.

Llegaron al muro, las acompañaba otro abuelo que se había unido casualmente a la pareja. La abuela le pidió que abriera el espray y escribiera: ABRETE AL AMOR Y AL RESPETO, cambiando el sentido de la fea expresión que allí se hallaba garabateada. La abuela se sorprendió al ver que el color de la pintura era rojo, creía haber escogido uno azul. Sin embargo, se alegró al observar el contundente efecto de este tono. Contentas, se marcharon al parque a jugar.

Otro día cogió de compinche a su compañero de vida y juntos comprobaron que sus palabras bonitas seguían en el muro. En esta ocasión el dibujo de un pene que apuntaba a su frase lo transformó en una mariposa.

Así, desde entonces y hasta ahora, la abuela pasea y comprueba el estado de la pared.  Hasta ha creado su propio lema:

NO ES DESTRUIR ES TRANSFORMAR

Para María que ya forma parte de las estrellas después de brillar en La Tierra.

FELIZ AÑO 2023

martes, 6 de diciembre de 2022

EXALTACIÓN O CORDURA

 

Asistimos como espectadores a escenas parlamentarias, con riesgo de hacerse cotidianas, en las que el principal protagonista es el estilo de comunicación por encima del contenido. El caso es hacer ruido, cuanto más molesto e intenso mejor.


El juego de la descalificación con el que se compite en el ámbito político en general y tristemente en el Congreso de los Diputados en particular avanza estrepitosamente hacia un final incierto.
(Creo que se caldean en sus redes sociales, no las sigo por higiene mental y por la falta de sentido informativo que las atribuyo.)


Digo final incierto por desconocer las consecuencias a largo plazo. Sin embargo, en las distancias cortas vemos consecuencias concretas. Voces tan elevadas que son gritos, palabras tan soeces que son insultos, criterios tan subjetivos que son ego, no servicio público.


Y en el otro lado los observadores, los ciudadanos, tal vez algunos atónitos ante semejante barbarie entre los que me encuentro, con la alternativa de mantenernos ajenos a su contaminación verbal. Sin embargo, ¿hasta qué punto somos pasivos ante un espectáculo semejante? ¿Es posible que realmente no seamos sólo testigos sino partícipes del mismo modo de comunicación? ¿Es esta la manera admitida para discrepar? Si lo llevamos al entorno personal o laboral podríamos estar describiendo situaciones de acoso, de maltrato incluso. ¿Vale todo en política? ¿Tienen licencia para el insulto gratuito?


Me hago estas preguntas y me cuestiono si sólo es una estrategia de acoso y derribo para achicar al contrario o es que es el único criterio que sustenta a quien exhibe esta modalidad de comunicación.


Me preocupa el resultado social, la influencia en la calle. Traslado la reflexión a los eventos deportivos, especialmente el fútbol que tantas pasiones levanta. Siempre me ha inquietado la actitud de los jugadores, de los entrenadores, y de las aficiones exaltadas, cuando hacen gala de actitudes agresivas, que exceden la excitación propia del juego llegando en ocasiones a la violencia. Hay sanciones claro, pero el daño social ya está hecho. Me preocupan los niños, quienes representan después, al detalle, las actitudes de sus héroes. Igual que se cortan el pelo como ellos, se enfrentan al contrincante con sus gestos, imitando al dedillo al personaje que les inspira.


Me cuesta utilizar la palabra “inspira” en esta ocasión. La inspiración es algo que nos alienta a descubrirnos en una cualidad personal desconocida. Sentirse motivado por alguien o algo para el desarrollo de la propia creación, es una de las acepciones que incluye el diccionario de la lengua. Tal vez resulte más adecuado decir que les influye: ejercer predominio o fuerza moral. La cuestión es cómo y para qué. Buena o mala influencia constituyen una polarización en la que nos situamos fácilmente.


Creo necesario acompañar la inspiración y la influencia de la ética, esto es, conjunto de normas morales que rigen la conducta de la persona en cualquier ámbito de la vida. Ética profesional, cívica, deportiva, el resultado será distinto.


No todo vale para conseguir propósitos particulares, con más motivo cuando la labor desempeñada tiene carácter de grupo o influencia en los demás. La influencia ha de ser constructiva y respetuosa en su continente y en su contenido.


No tiene sentido avanzar en algunas dimensiones de ser humano para quedarnos en etapas tan precarias en otras, tal vez en los que en mayor medida nos definen: la conciencia y la consciencia.


O acaso queremos llegar a la Luna, a Marte, o vaya usted a saber adónde, para lanzar insultos al Universo. Siendo sinceros, para elegir una descripción realista, en vez de mandar canciones de amor y paz de Los Beatles, habría que enviar una sesión parlamentaria, las voces en un campo de fútbol, el ruido feroz de las guerras. A ver si alguien lo oye y reacciona porque aquí parece que nos hemos insensibilizado.


Sin ánimo de resultar tremendista, quiero terminar esta reflexión con la cara amable de la vida, las voces de un coro, el sonido de una orquesta, la risa espontánea de una niña, un abrazo.


¡Bienvenido siempre E.T. y Feliz Día de la Constitución!


domingo, 20 de noviembre de 2022

DERECHOS HUMANOS A LA CARTA

 


Leo un artículo escrito por Philipp Lahmm, director de torneo de la Eurocopa de fútbol 2024 cuyo título es La copa del mundo no le pertenece a Qatar. Sostiene que no es contradictorio ver el mundial con cuestionar el trasfondo político del mundial y disfrutar de la fiesta.

Claro, menuda juerga tienen allí en su día a día, es un no parar de reírse.

 Alude a algunas peñas de aficionados, creo que niños, que al parecer están dispuestos a no verlo. ¡Ojalá mantengan sus principios!

No me interesa especialmente el fútbol, aunque siempre ha rodeado mi vida. Entiendo que se rige por motivaciones económicas más que por principios éticos.

El otro día escuchaba en la radio un interesante análisis de Pablo Simón al respecto, quien ha aportado datos a las reflexiones que llevo haciendo desde hace días. Señalaba el problema que supone estar condicionados a países autocráticos, caracterizados por la ausencia de Derechos Humanos básicos.

 Cierto es, que las democracias actuales tienen resquicios por las que se cuelan Derechos Humanos fundamentales cada día, no hay excusa para la hipocresía. Sin embargo, jugar al “todo vale” con ese argumento lo considero parte del problema, una expresión desde el ego, creo que hasta la palabra argumento sobra aquí.

Equipos de La Unión Europea y de otros países democráticos, supuestos militantes a favor de los Derechos Humanos participan en este mundial aterrizando en Qatar con el equipaje lleno de contradicciones y vacío de principios, eso sí, que no falte en la maleta de vuelta la cartera llena, más, todavía más. La codicia es, desde mi punto de vista, una distorsión con daños colaterales inevitables. 

La contradicción es intrínseca al ser humano, aunque quiero creer que la lucidez y la búsqueda de coherencia también son compañeras que caminan con nosotros gracias al resultado de nuestra evolución. Utopía o anhelo de confianza, pienso mientras lo escribo.

Ahora bien, si queremos realmente apostar por cambios significativos tanto en lo individual como en lo global, tenemos que tomar decisiones apoyadas más en principios universales que en bolsillos y deseos particulares.

Creo que cada individuo puede optar y decidir como participar en los cambios.

Recuerdo una película de hace algunos años, en la que un grupo de mujeres de una aldea optaban por hacer huelga de sus “obligaciones maritales” para que sus maridos cooperaran en la recogida de agua de la que siempre tenían que ocuparse ellas mientras ellos vagueaban.

Sé que hay tanto aficionadas como aficionados al futbol, y que hablar de obligaciones no es el concepto, al menos aquí, no sé en Qatar.

 A veces es difícil conectar con la empatía y romper creencias nucleares que funcionan como verdades absolutas. Aunque si conviene revisarlas y plantearnos que estamos dispuestos a cambiar de nuestros patrones actitudinales y conductuales, evaluando si estos cambios trascienden nuestros deseos y contribuyen a la cooperación con necesidades más realistas y universales.

Hoy Día Mundial de la Infancia, se recuerda que en 1959 la Asamblea General de la ONU aprobó la Declaración de los Derechos del Niño.

Siempre que oigo Día Mundial de… me chirría algo, los gestos están bien, pero los Derechos son para todos los días y para todos los eventos.

martes, 1 de noviembre de 2022

El Grito

 


 

Hace unas semanas, paseábamos por el centro de Palermo. Hacíamos tiempo para ir al aeropuerto, terminando así nuestro recorrido por diferentes destinos de Sicilia. Caminábamos intuitivamente con la brújula del mar al fondo que siempre ayuda a orientarse en las ciudades con puerto. La curiosidad nos hizo subir una escalera que parecía llevar a un edificio de interés. De repente, un grito feroz me sacude el oído derecho, me giro sobresaltada y descubro el rostro de una muchacha de unos 11 o 12 años que abiertamente se ríe en mi cara. Creo que dije: ¡Qué susto me has dado!  Lo primero que interpreté es que alguien se había hecho daño. Me quedé estupefacta mirando como la chica bajaba las escaleras apresurada para escapar con otros dos muchachos en una motocicleta. Se reían. Simplemente era una gracia.

Quedamos perplejos, sobresaltados, realmente el grito fue atroz. Bajamos la escalera y cambiamos de dirección. A mí me temblaban las piernas. Seguimos caminando y hablamos de lo sucedido. Gamberros, chavales, casi de la calle, que merodean a los turistas para asustarles, parece que ese era el objetivo.

Yo me quedé con una sensación inquietante, vi en su rostro otros rostros ajenos de quien puede asustar por el mero deseo de divertirse. Asustar, herir, lastimar como medio de diversión. En la calle, en el colegio, con objetivos diversos, siempre camuflados en el grupo que alienta, jalea y comparte el triunfo maligno. El indefenso suele estar en minoría, sólo, o en compañía de otros incautos asustados.

Pensé en mi nieta mayor, en como insuflarle fuerza, potencia para no ser víctima, tampoco verdugo, claro está, pero desde luego no mantenerse en ninguna situación de intimidación.

El otro día, en una sesión con una cliente que me describía una situación de acoso le pregunté.

-¿A qué crees que se debe que las víctimas guarden silencio en estas situaciones?

- Una vez que estás en el juego… me contestó.

- Simplemente juegas, añadí.

- Así es, contestó. Es decir, que se da por hecho que es algo que sucede y si te toca te ha tocado.

Muchas veces el acoso comienza con apariencia de broma, insisto en llamarlo divertimento maligno y se convierte en la pesadilla de quien lo recibe. Miedo con diversas consecuencias, desmotivación, aislamiento, depresión, somatizaciones que inician enfermedades y que, como un grito ahogado, albergan sufrimiento de los que no se ríen.

Necesitamos medidas urgentes y reales de educación preventiva en todos los sectores de la sociedad. Deportes, publicidad, música, y desde luego en la escuela. Nada es ajeno a la influencia en el comportamiento de los que están en desarrollo. Inspiremos valores actuando con actitudes éticas. Porque detrás del acoso hay déficit ético, además de sentimientos encontrados, frustraciones propias transformadas en agresividad.

No es sostenible para el ser humano aprender a dañar en vez de cooperar. El juego de poder en la humanidad es la historia interminable que nos ha llevado a donde estamos. Urge tomar medidas. Al igual que el cambio climático gana terreno con nuestra falta de ética en el planeta, la violencia se ceba en la semilla que se planta cada día entre individuos inconscientes o desaprensivos. Cada palabra, cada acción cuenta.

Creo a pesar de todo en que la mayoría de las personas tenemos buenas intenciones y queremos aportar más que destruir y dañar, aunque hemos de hacernos notar, construir apoyos que garanticen el cuidado mutuo, la alegría genuina, el disfrute sostenible.

Si estás en alguna situación en la que te sientas intimidado por la actitud de otros no dudes en pedir ayuda. Expresa tu situación, no te mantengas en ella.

Un poco de pedagogía

Sube a la montaña y cuando bajes que se note tu paso por ella porque está un poco más limpia.

Disfruta de ese nuevo parque respetando los turnos, no te abalances sobre los más pequeños, cede el paso, han de aprender a lanzarse por el tobogán seguros y confiados.

Juega y anima a tu equipo respetando a los aficionados y jugadores del otro. No son enemigos, son compañeros.

Participa y ábrete a la participación de otros, no te quitan espacio, enriquecen el que ocupas.

Inspira con tu comportamiento, con tus cualidades.

 

jueves, 5 de mayo de 2022

Entre tiempos revueltos

 

Vivimos entre una pandemia persistente y una situación de crisis agudizada por las consecuencias de una guerra que nos toca globalmente.  Ahora todo se convierte en global del mismo modo que una noticia corre a velocidad de la luz en las redes sociales.

Entretanto, asistimos a infinidad de eventos, cotidianos la mayoría, y extraordinarios algunos.  Este fin de semana veía en las noticias multitud de personas en celebraciones masivas de  diversa índole: conciertos, ferias, competiciones, playas, etc. El denominador común era la risa, el disfrute, unas veces desatado con saltos y gritos, cantos entusiasmados más o menos desafinados de personas celebrando, después de una larga espera, la salida al escenario de su grupo favorito, o el triunfo de su equipo rodeado de seguidores desaforados que agitan la insignia que les identifica como si de una señal del cielo se tratara. Trajes de volantes agitados por movimientos salerosos asegurando que la cadera no se ha oxidado por la falta de práctica.

Entusiasmo, disfrute, cercanía, necesidades aplacadas que han salido a la luz con más fuerza si cabe de lo habitual. Hay ganas de hacer en compañía de otros, casi piel con piel en muchos casos, el aliento cerca olvidando los avatares pasados, el efecto rebaño es algo que atrae a las personas como una especie de imán colectivo, apiñando humanos con una misma dirección y propósito.

Por otro lado, hay quienes se alejan del bullicio para disfrutar de otro modo, ajenos a las costumbres y rituales, buscan paz y sosiego en el silencio y la quietud. También es disfrute. Ovejas peculiares que van a su aire en busca de otra manera de estar, compartir en pequeño grupo o bien en soledad, para mirarse y reconocerse en el horizonte de una puesta de sol o en la cima de una montaña, con el anhelo de descanso de los excesos de ruido cotidiano.

El cambio de escenario ayuda a desconectar, es descanso en sí mismo, sensorial, emocional.

Después la vuelta, la resaca, el cansancio físico camuflado en la diversión pasada y hasta la próxima, que el verano está a la vuelta de la esquina. Con el ánimo puesto en la espera de lo que vendrá encarando la rutina desde nuestra condición de Homo laboris. Así, solventamos un tipo de estrés y construimos porciones de nuestro sentido de la vida.