domingo, 20 de noviembre de 2022

DERECHOS HUMANOS A LA CARTA

 


Leo un artículo escrito por Philipp Lahmm, director de torneo de la Eurocopa de fútbol 2024 cuyo título es La copa del mundo no le pertenece a Qatar. Sostiene que no es contradictorio ver el mundial con cuestionar el trasfondo político del mundial y disfrutar de la fiesta.

Claro, menuda juerga tienen allí en su día a día, es un no parar de reírse.

 Alude a algunas peñas de aficionados, creo que niños, que al parecer están dispuestos a no verlo. ¡Ojalá mantengan sus principios!

No me interesa especialmente el fútbol, aunque siempre ha rodeado mi vida. Entiendo que se rige por motivaciones económicas más que por principios éticos.

El otro día escuchaba en la radio un interesante análisis de Pablo Simón al respecto, quien ha aportado datos a las reflexiones que llevo haciendo desde hace días. Señalaba el problema que supone estar condicionados a países autocráticos, caracterizados por la ausencia de Derechos Humanos básicos.

 Cierto es, que las democracias actuales tienen resquicios por las que se cuelan Derechos Humanos fundamentales cada día, no hay excusa para la hipocresía. Sin embargo, jugar al “todo vale” con ese argumento lo considero parte del problema, una expresión desde el ego, creo que hasta la palabra argumento sobra aquí.

Equipos de La Unión Europea y de otros países democráticos, supuestos militantes a favor de los Derechos Humanos participan en este mundial aterrizando en Qatar con el equipaje lleno de contradicciones y vacío de principios, eso sí, que no falte en la maleta de vuelta la cartera llena, más, todavía más. La codicia es, desde mi punto de vista, una distorsión con daños colaterales inevitables. 

La contradicción es intrínseca al ser humano, aunque quiero creer que la lucidez y la búsqueda de coherencia también son compañeras que caminan con nosotros gracias al resultado de nuestra evolución. Utopía o anhelo de confianza, pienso mientras lo escribo.

Ahora bien, si queremos realmente apostar por cambios significativos tanto en lo individual como en lo global, tenemos que tomar decisiones apoyadas más en principios universales que en bolsillos y deseos particulares.

Creo que cada individuo puede optar y decidir como participar en los cambios.

Recuerdo una película de hace algunos años, en la que un grupo de mujeres de una aldea optaban por hacer huelga de sus “obligaciones maritales” para que sus maridos cooperaran en la recogida de agua de la que siempre tenían que ocuparse ellas mientras ellos vagueaban.

Sé que hay tanto aficionadas como aficionados al futbol, y que hablar de obligaciones no es el concepto, al menos aquí, no sé en Qatar.

 A veces es difícil conectar con la empatía y romper creencias nucleares que funcionan como verdades absolutas. Aunque si conviene revisarlas y plantearnos que estamos dispuestos a cambiar de nuestros patrones actitudinales y conductuales, evaluando si estos cambios trascienden nuestros deseos y contribuyen a la cooperación con necesidades más realistas y universales.

Hoy Día Mundial de la Infancia, se recuerda que en 1959 la Asamblea General de la ONU aprobó la Declaración de los Derechos del Niño.

Siempre que oigo Día Mundial de… me chirría algo, los gestos están bien, pero los Derechos son para todos los días y para todos los eventos.

martes, 1 de noviembre de 2022

El Grito

 


 

Hace unas semanas, paseábamos por el centro de Palermo. Hacíamos tiempo para ir al aeropuerto, terminando así nuestro recorrido por diferentes destinos de Sicilia. Caminábamos intuitivamente con la brújula del mar al fondo que siempre ayuda a orientarse en las ciudades con puerto. La curiosidad nos hizo subir una escalera que parecía llevar a un edificio de interés. De repente, un grito feroz me sacude el oído derecho, me giro sobresaltada y descubro el rostro de una muchacha de unos 11 o 12 años que abiertamente se ríe en mi cara. Creo que dije: ¡Qué susto me has dado!  Lo primero que interpreté es que alguien se había hecho daño. Me quedé estupefacta mirando como la chica bajaba las escaleras apresurada para escapar con otros dos muchachos en una motocicleta. Se reían. Simplemente era una gracia.

Quedamos perplejos, sobresaltados, realmente el grito fue atroz. Bajamos la escalera y cambiamos de dirección. A mí me temblaban las piernas. Seguimos caminando y hablamos de lo sucedido. Gamberros, chavales, casi de la calle, que merodean a los turistas para asustarles, parece que ese era el objetivo.

Yo me quedé con una sensación inquietante, vi en su rostro otros rostros ajenos de quien puede asustar por el mero deseo de divertirse. Asustar, herir, lastimar como medio de diversión. En la calle, en el colegio, con objetivos diversos, siempre camuflados en el grupo que alienta, jalea y comparte el triunfo maligno. El indefenso suele estar en minoría, sólo, o en compañía de otros incautos asustados.

Pensé en mi nieta mayor, en como insuflarle fuerza, potencia para no ser víctima, tampoco verdugo, claro está, pero desde luego no mantenerse en ninguna situación de intimidación.

El otro día, en una sesión con una cliente que me describía una situación de acoso le pregunté.

-¿A qué crees que se debe que las víctimas guarden silencio en estas situaciones?

- Una vez que estás en el juego… me contestó.

- Simplemente juegas, añadí.

- Así es, contestó. Es decir, que se da por hecho que es algo que sucede y si te toca te ha tocado.

Muchas veces el acoso comienza con apariencia de broma, insisto en llamarlo divertimento maligno y se convierte en la pesadilla de quien lo recibe. Miedo con diversas consecuencias, desmotivación, aislamiento, depresión, somatizaciones que inician enfermedades y que, como un grito ahogado, albergan sufrimiento de los que no se ríen.

Necesitamos medidas urgentes y reales de educación preventiva en todos los sectores de la sociedad. Deportes, publicidad, música, y desde luego en la escuela. Nada es ajeno a la influencia en el comportamiento de los que están en desarrollo. Inspiremos valores actuando con actitudes éticas. Porque detrás del acoso hay déficit ético, además de sentimientos encontrados, frustraciones propias transformadas en agresividad.

No es sostenible para el ser humano aprender a dañar en vez de cooperar. El juego de poder en la humanidad es la historia interminable que nos ha llevado a donde estamos. Urge tomar medidas. Al igual que el cambio climático gana terreno con nuestra falta de ética en el planeta, la violencia se ceba en la semilla que se planta cada día entre individuos inconscientes o desaprensivos. Cada palabra, cada acción cuenta.

Creo a pesar de todo en que la mayoría de las personas tenemos buenas intenciones y queremos aportar más que destruir y dañar, aunque hemos de hacernos notar, construir apoyos que garanticen el cuidado mutuo, la alegría genuina, el disfrute sostenible.

Si estás en alguna situación en la que te sientas intimidado por la actitud de otros no dudes en pedir ayuda. Expresa tu situación, no te mantengas en ella.

Un poco de pedagogía

Sube a la montaña y cuando bajes que se note tu paso por ella porque está un poco más limpia.

Disfruta de ese nuevo parque respetando los turnos, no te abalances sobre los más pequeños, cede el paso, han de aprender a lanzarse por el tobogán seguros y confiados.

Juega y anima a tu equipo respetando a los aficionados y jugadores del otro. No son enemigos, son compañeros.

Participa y ábrete a la participación de otros, no te quitan espacio, enriquecen el que ocupas.

Inspira con tu comportamiento, con tus cualidades.