viernes, 14 de diciembre de 2018

Reflexión Navideña



La gran aportación de Victor Frankl (1949) acerca de la construcción personal del sentido de la vida, cobra hoy una extraordinaria vigencia cuando analizamos las máscaras frente al aburrimiento y la soledad, ingredientes básicos del vacío existencial que aliados con la confusión en nuestros valores confluyen para derrotarlo o bien lo dirigen a adicciones que lo despistan. Ya sea las falsas apariencias de las redes sociales mal usadas, con relaciones a distancia huecas de afecto y tiempo efectivo, como el consumo desaforado, contaminan nuestra atención que enferma por inercia.
   
Inmersos como estamos en vísperas de las fiestas navideñas, conviene reflexionar acerca de lo proclives que nos hemos hecho al exceso en los deseos confundiéndolos con necesidades. A veces, su satisfacción se vuelve contra nosotros como un bumerán. Valga el ejemplo del exceso e inadecuado consumo de alimentos o medicamentos que incrementa la obesidad y las dependencias.


Creo que es necesario plantearnos la diferencia entre necesidades y deseos. Estos se valen de impulsos para dirigir la atención de manera imperiosa hacia algo que requiere satisfacción rápida aunque de efecto efímero.  La necesidad conlleva un efecto colateral más o menos grave si no se satisface, los deseos no.  Las necesidades son objetivas, los deseos subjetivos.


No planteo la ausencia de deseos ni la flagelación innecesaria, sí aliar los deseos con sentido real, con gasto de tiempo efectivo más que con objetos irrelevantes.  Si regalo una cometa a mi hija que sea para ir a volarla con ella al campo o a la playa, así contribuyo a crear una afición y compartimos tiempo juntas.  El exceso de deseos satisfechos, especialmente a través de objetos, no favorece el bienestar psicológico, más bien al contrario, lo limita porque es adictivo y frecuentemente insustancial. Considerándolo desde instancias más profundas, porque la motivación emocional genuina, lo que realmente necesitamos, no se satisface.  


Es preciso construir satisfactores sostenibles para las sociedades aparentemente ricas, en las que el consumo es vicio, en las que la necesidad de reconocimiento se sacia con un click aunque nunca nos hayamos visto y la soledad real siga ascendiendo en número de afiliados cada día.


Me pregunto donde están los aparatosos juguetes que se ven en paseos y parques los 363 días después de abrir los paquetes, porque yo no los veo más.


¿Jugarán en casa con ese aparente descapotable que papá o mamá nunca tendrán? ¿El nuevo móvil me ha ayudado a tener más amigos, 200, 300,1000...? ¿Y ese juego para cuatro que todavía está con el envoltorio?  En un escenario de este tipo, imagino los trasteros llenos de objetos molestos y el tiempo, ¿en qué se fue el tiempo?

“Obra así, como si vivieras por segunda vez y la primera vez lo hubieras hecho tan desacertadamente, como estás a punto de hacerlo ahora Victor Frankl (1946)

viernes, 30 de noviembre de 2018

El Dogma


Aludiendo al tema tratado en nuestro taller de la semana pasada en el que revisamos los orígenes e influencias de nuestro guión de vida, con especial énfasis en el concepto de Análisis Transaccional conocido como estado Padre del Yo, quiero recomendar una película que he visto hace unos días: El veredicto. Una buena película y una muy buena interpretación de Emma Thompson. Pero no es de cine de lo que quiero escribir aquí, sino de la rigidez, de la inflexibilidad, del dogma.  El dogma en su máxima esencia encarnado en la figura de una jueza. Una jueza que parte y reparte justicia, que ha de decidir con la ley en la mano acerca de aspectos esenciales de la vida de otros, en este caso la vida concretamente. La vida de un adolescente que pende del hilo de la justicia.

Una vez rotas sus propias normas acercándose al joven antes de expresar su veredicto, esta mujer avanza en el recorrido de la narrativa cubierta por su constante impermeabilidad, rígida, inflexible.  En ningún momento permite la sensibilidad necesaria desde la que dar una pista al vulnerable joven que careciendo de experiencia le reclama.   Una vez revelado el deseo de vivir no sabe cómo hacerlo. Ella es la representación de una nueva verdad. Una vez cambiado el destino introyectado por sus propios padres, queda desnudo, quiere vivir y no sabe cómo, excepto a través de la persona que ha decidido por él y que ha sido su espejo por un instante mostrándole algo bello.  Está confundido y asustado, también ilusionado e idealiza y venera a su hada madrina fugaz.

¿Qué habría aportado un ápice de empatía?

La palabra en el momento oportuno, la mano en el hombro sin necesidad de inmiscuirse, el día después del veredicto también importa.

Creo que hay una gran diferencia entre la buena praxis y la praxis integrada, más allá de la técnica y del tecnicismo, una evolución de la persona que somos, sólida, amplia e inclusiva, sostenible en definitiva y aplicable a cualquier ámbito.

No es lo mismo existir que tener permiso para vivir. Y este sólo puede transmitirse si lo tenemos o lo incorporamos en la construcción decidida de la persona que podemos ser. No puedo ofrecer ni dar lo que no tengo.

Sé que estás confundido, puede que no sepas como hacer tu vida ahora. Sé que mi visita despertó en ti las ganas de vivir y me alegro de ello. Si ahora necesitas ayuda hay que buscarla.  No estás sólo ni lo vas a estar. Vas a estar acompañado en este proceso hasta que lo necesites.

La transacción del permiso,  rompe mandatos nocivos y alienta al receptor alentado por la credibilidad de quien la expresa. Después es preciso el cómo, el método y los recursos. Tal vez la redecisión del desenlace hubiera sido diferente en este caso.

Al fin y al cabo ¿qué sentido tiene tender un puente si cuando lo atraviesas encuentras la jungla, que aunque bella, resulta insondable sin alimento ni brújula?

Paradójicamente ella recoge el relevo de su oportunidad para vivir.

jueves, 7 de junio de 2018

Los pilares básicos de la afectividad humana: Amor y miedo


El amor, en sentido amplio, constituye desde mi punto de vista la esencia de la afectividad humana y me atrevo a decir que constituye además la base de la motivación genuina.
Entiendo por amor la experiencia emocional y de intercambio afectivo incondicional, en el sentido de aceptación hacia uno mismo y hacia el otro y de la ausencia de miedo excesivo para experimentarlo.
 Con amor, comparto mi ternura con mi hijo cuando está en mi pecho, mi abrazo largo y sentido a la amiga, la mano a mi compañero/a para caminar juntos y el beso cálido compartiendo los olores y sabores del placer.
Si me siento querible" y/o querida es más fácil la alegría y a su lado la ilusión que componen la motivación para hacer, ya sea aprender, planear o simplemente disfrutar este momento.
También el apoyo en la tristeza y en la dificultad que las sostiene y alivia.
El amor construye los pilares básicos para crecer y vincularse. Se encuentra al lado del sentimiento de pertenencia contigo, con esta familia, en este grupo humano. Son los pies afectivos que permiten aprender a caminar cada vez más erguido/a y segura.  Después viene lo demás.
El amor contiene voces, gestos y contacto directo, físico y emocional. Se acompaña de la costumbre de saber sensitivamente que es algo que no va a esfumarse sin más. Por ello, es un traje diseñado a medida que se ajusta como un guante a las necesidades más íntimas, porque primero está en mi y a continuación hacia ti.
Sin hacer arqueología, lo dejamos para estudios más extensos, sabemos que nuestra historia afectiva nos influye y puede condicionar nuestras experiencias vitales.  Sigamos con el amor; ¿Que pasa cuando hay temor, inseguridad, dudas en las experiencias asociadas con el sentimiento de amor?
Quiero responder en la misma línea que he comenzado: La alegría se disipa, la ilusión se desvanece y la motivación se afloja, puede incluso desaparecer. Si no soy para ti no soy para mi, así crecemos desde la intrínseca dependencia con la que llegamos a este mundo.
Y puedo pasar la vida creyendo esto, ¡muy dura existencia entonces! El sentimiento asociado es el miedo: percibido me arrugo, ignorado se disfraza.
Como opción, existe la posibilidad de una transformación egocéntrica asociada a la codicia, que es un gran sucedaneo del bienestar emocional.  Perfuma a instancias del poder momentos intensos, con “chutes” emocionales sazonados con cualquier droga. Una potente máscara con la que comerse el mundo.
Lejos de un alegato romántico ingenuo, creo en la función esencialmente constructiva del amor.  El amor genuino solo puede construir y acompañar, compartir, y siempre tiene valor positivo.
En sentido contrario, la ausencia del sentimiento de amor genuino, aunque no lleve necesariamente a la codicia, los que a ella llegan han caminado por el afilado filo de la falta de amor. No se quieren bien y desde luego no saben amar. Y así tratan de evitar cortarse, sufrir, llenándose los bolsillos de ego. La alegría tampoco es genuina, es falsa, efímera y camuflada en rincones inacesibles a la consciencia y a la ética, sentimiento elevado del que carece el codicioso.
La carencia de amor genuino destruye relaciones con aliados como la distancia, los celos, el rencor, el despecho. Hace que los días pasen sin ternura, sin abrazos ni besos, el contacto se seca y la piel araña.
El miedo tiene multiples rostros que embrutecen lo más auténtico que podemos compartir, el tiempo conmigo, contigo, juntos o en solitario si es lo que elijo.
El amor se acompaña de amabilidad, de lealtad y libertad para ser tal cual soy, sin moldes estrechos para ajustarse a expectativas ajenas.
Aprender a amar es posible cuando se conoce el lado oculto de nuestros sentimientos, desvelando su mensaje y curando las heridas, y sobre todo aprendiendo a mirar no solo ver, a escuchar en vez de oir, acariciar, no únicamente tocar.
Como casi todo, puede descubrirse y conocerse, aunque no haya venido de serie, y ampliarse, convertirse en estilo de vida desde la intención de las acciones en mi área de influencia.
Desde esta perspectiva los sentimientos asociados al amor contiene todos los genuinos en cada situación e intensidad: alegría, disfrute, tristeza, miedo, enfado.
En la cara b, los sentimientos derivados de la ausencia de amor y la presencia del miedo: envidia, celos, codicia, rencor, odio, etc.

lunes, 23 de abril de 2018

Juegos Psicológicos y Juegos de Poder: El lado oculto de la comunicación



La comunicación humana se organiza en el escenario interno que habita en la mente de cada individuo.  Allí se revisan escenas vividas y se preparan las que están por vivir.  El personaje interno primario encuentra un muro a veces insondable que evita que el sonido de su voz lo traspase y se haga audible, por eso a veces se torna en grito con apariencia de dolor físico o emocional.

Está acostumbrado a los oídos sordos del personaje externo, de la racionalización irracional, de la costumbre, ignorando la necesidad de escuchar el zumbido que avisa de que algo no va bien, hasta que estalla y se hace presente con contundencia.  El colapso produce confusión ¿Qué ha pasado? Perplejidad ante la conciencia de lo ignorado que harto de removerse para hacerse notar, trasciende la capa interna para acceder al exterior abriendo la herida a bocajarro. Ahora es un arrebato de ira que hace temblar el cuerpo propio y el ajeno, o un eclipse emocional que adormece los sentidos y aleja la alegría de vivir e incluso la necesidad.  O tal vez un punzante dolor físico que advierte de una inminente debacle en algún órgano interno inaccesible a nuestro control.  ¡Tal vez!

Para llegar aquí se ha jugado mucho y con intensidad variable.  Se ha visitado la cueva de la impotencia demandando ayuda desde una posición de inferioridad que se ha vuelto otra vez contra uno mismo.

O se han escalado los peldaños de la superioridad para mirar desde arriba a los torpes que se equivocan, a los incautos necesitados de la aparente fortaleza que los hace percibirse dentro de algo importante, aunque sea una trampa de falso acogimiento, propiedad de cazadores ávidos de confirmar su valía una vez más con el potente poder del miedo como arma.

Tal vez se ha obviado la dificultad y se ha errado otra vez creyendo que esta era la buena, la definitiva para enriquecerse, enamorarse, triunfar.

Puede que los oídos sordos de otros ante una voz herida hayan causado mutismo crónico y sólo se oye el grito hacia adentro hasta que se hace insoportable.

Desde cualquiera de estas rutas se puede atisbar la caída que antes o después sucederá, si no se neutraliza a tiempo esta especie de destino que aparentemente está fuera de control, alegando para justificarse que no depende de uno mismo sino de las circunstancias, del carácter, de los otros o de la suerte.

Si algo de esto resuena puede que tenga interés antes de la próxima jugada hacer algo de introspección y cambiar el rumbo. Conocer la motivación emocional genuina que alienta a jugar desde el lado invisible de nuestra conciencia para dar respuesta a lo que anhelamos o necesitamos y evitar lo que tememos.

Puede que lo que se necesitó en otro momento de la vida y no se tuvo quedó agazapado en un recodo olvidado que aparentemente no se nota, aunque ahí está y como la energía, se transforma para adaptarse a la realidad que le toca vivir. El efecto es desigual aunque nunca inocuo.

La antítesis del juego es la honestidad, primero hacia sí mismo y luego hacia los otros con los que convivo y me relaciono y así, mirar de frente las vulnerabilidades y convertirlas en posibilidades de desarrollo y de cooperación:

El fuerte es humano y necesita apoyo, como cualquiera.

El débil tiene fuerza que ha de ser explícita, abierta desde el potencial propio que caracteriza a cada individuo.

El error constante requiere análisis exhaustivo, aprendizaje con método.
La desidia y la desesperación apoyo para creer e ilusionarse y soltar lo que sobra: el miedo, la rabia, la tristeza, lo que sea que dañó.

La comunicación humana se prepara internamente, en el lado oculto de la conciencia en parte, donde el acceso está restringido aunque la conducta nos delate.  Sin necesidad de convertirnos en Freud, podemos aprender a chequear los indicios que nos aventuran hacia nuestros “conflictos favoritos” y desde ahí comenzar la búsqueda de soluciones diferentes, ampliar la mirada desde la clave emocional asociada a las creencias que los sustentan.

Afortunadamente, también invertimos el tiempo de un modo constructivo ya sea en aislamiento o en la propia comunicación social.  Preparar un examen, una conferencia o un baile, o bien recrearme en el buen día que pasé el domingo en el campo, o tal vez imaginar lo que quiero hacer las próximas vacaciones.  También reflexionar acerca de un conflicto con mi jefa, mi pareja o mi amigo.  El tiempo en aislamiento es necesario para el reciclaje, el descanso, la conciencia de lo que hago, pienso y siento, en definitiva de cómo existo. Y por supuesto es saludable el tiempo de comunicación social constructiva, a través de la cual intercambiamos bienes altamente preciados como la afectividad, la información, el aprendizaje, etc., promoviendo las caricias que nutren nuestras necesidades físicas, materiales y emocionales.

Me hago eco de la cuestión planteada por Eric Berne para sugeriros responder a esta pregunta:

¿Qué se me repite una y otra vez?

Este es el primer paso para dejar de jugar.

Lecturas recomendadas:

Steiner, C. (2009) El otro lado del poder.  Análisis Transaccional del poder personal. Sevilla: Jeder.

Berne, E. (1973) ¿Qué dice usted después de decir “hola”? Barcelona: Grijalbo.


sábado, 21 de abril de 2018

Juegos psicológicos y juegos de poder: El lado oculto de la comunicación



La comunicación humana se organiza en el escenario interno que habita en la mente de cada individuo.  Allí se revisan escenas vividas y se preparan las que están por vivir.  El personaje interno primario encuentra un muro a veces insondable que evita que el sonido de su voz lo traspase y se haga audible, por eso a veces se torna en grito con apariencia de dolor físico o emocional.

Está acostumbrado a los oídos sordos del personaje externo, de la racionalización irracional, de la costumbre, ignorando la necesidad de escuchar el zumbido que avisa de que algo no va bien, hasta que estalla y se hace presente con contundencia.  El colapso produce confusión ¿Qué ha pasado? Perplejidad ante la conciencia de lo ignorado que harto de removerse para hacerse notar, trasciende la capa interna para acceder al exterior abriendo la herida a bocajarro. Ahora es un arrebato de ira que hace temblar el cuerpo propio y el ajeno, o un eclipse emocional que adormece los sentidos y aleja la alegría de vivir e incluso la necesidad.  O tal vez un punzante dolor físico que advierte de una inminente debacle en algún órgano interno inaccesible a nuestro control.  ¡Tal vez!

Para llegar aquí se ha jugado mucho y con intensidad variable.  Se ha visitado la cueva de la impotencia demandando ayuda desde una posición de inferioridad que se ha vuelto otra vez contra uno mismo.

O se han escalado los peldaños de la superioridad para mirar desde arriba a los torpes que se equivocan, a los incautos necesitados de la aparente fortaleza que los hace percibirse dentro de algo importante, aunque sea una trampa de falso acogimiento, propiedad de cazadores ávidos de confirmar su valía una vez más con el potente poder del miedo como arma.

Tal vez se ha obviado la dificultad y se ha errado otra vez creyendo que esta era la buena, la definitiva para enriquecerse, enamorarse, triunfar.

Puede que los oídos sordos de otros ante una voz herida hayan causado mutismo crónico y sólo se oye el grito hacia adentro hasta que se hace insoportable.

Desde cualquiera de estas rutas se puede atisbar la caída que antes o después sucederá, si no se neutraliza a tiempo esta especie de destino que aparentemente está fuera de control, alegando para justificarse que no depende de uno mismo sino de las circunstancias, del carácter, de los otros o de la suerte.

Si algo de esto resuena puede que tenga interés antes de la próxima jugada hacer algo de introspección y cambiar el rumbo. Conocer la motivación emocional genuina que alienta a jugar desde el lado invisible de nuestra conciencia para dar respuesta a lo que anhelamos o necesitamos y evitar lo que tememos.

Puede que lo que se necesitó en otro momento de la vida y no se tuvo quedó agazapado en un recodo olvidado que aparentemente no se nota, aunque ahí está y como la energía, se transforma para adaptarse a la realidad que le toca vivir. El efecto es desigual aunque nunca inocuo.

La antítesis del juego es la honestidad, primero hacia sí mismo y luego hacia los otros con los que convivo y me relaciono y así, mirar de frente las vulnerabilidades y convertirlas en posibilidades de desarrollo y de cooperación:

El fuerte es humano y necesita apoyo, como cualquiera.

El débil tiene fuerza que ha de ser explícita, abierta desde el potencial propio que caracteriza a cada individuo.

El error constante requiere análisis exhaustivo, aprendizaje con método.
La desidia y la desesperación apoyo para creer e ilusionarse y soltar lo que sobra: el miedo, la rabia, la tristeza, lo que sea que dañó.

La comunicación humana se prepara internamente, en el lado oculto de la conciencia en parte, donde el acceso está restringido aunque la conducta nos delate.  Sin necesidad de convertirnos en Freud, podemos aprender a chequear los indicios que nos aventuran hacia nuestros “conflictos favoritos” y desde ahí comenzar la búsqueda de soluciones diferentes, ampliar la mirada desde la clave emocional asociada a las creencias que los sustentan.

Afortunadamente, también invertimos el tiempo de un modo constructivo ya sea en aislamiento o en la propia comunicación social.  Preparar un examen, una conferencia o un baile, o bien recrearme en el buen día que pasé el domingo en el campo, o tal vez imaginar lo que quiero hacer las próximas vacaciones.  También reflexionar acerca de un conflicto con mi jefa, mi pareja o mi amigo.  El tiempo en aislamiento es necesario para el reciclaje, el descanso, la conciencia de lo que hago, pienso y siento, en definitiva de cómo existo. Y por supuesto es saludable el tiempo de comunicación social constructiva, a través de la cual intercambiamos bienes altamente preciados como la afectividad, la información, el aprendizaje, etc., promoviendo las caricias que nutren nuestras necesidades físicas, materiales y emocionales.

Me hago eco de la cuestión planteada por Eric Berne para sugeriros responder a esta pregunta:

¿Qué se me repite una y otra vez?

Este es el primer paso para dejar de jugar.

Lecturas recomendadas:

Steiner, C. (2009) El otro lado del poder.  Análisis Transaccional del poder personal. Sevilla: Jeder.

Berne, E. (1973) ¿Qué dice usted después de decir “hola”? Barcelona: Grijalbo.

Homo Integrado o el humanismo tecnoecológico y sostenible para el Siglo XXI



Hoy ha caído ante mis ojos un artículo que me ha llamado especialmente la atención dado que es un tema acerca del cual reflexiono últimamente. Me refiero al movimiento transhumanista de David Pearce y Nick Bostrom al que hace alusión el autor del artículo Jordi Oler en El País.

Resalta un concepto de humanismo actualizado que incluye los inevitables avances tecnológicos con los que convivimos, que forman una parte tan esencial de nuestra vida y que casi constituyen un órgano asociado imprescindible. Comienza a definirse un individuo evolucionado superinteligente, lúcido y ausente de dolor, que yo todavía veo como un simple prototipo cuestionable.

Se alude a una 4ª Revolución Industrial especialmente relacionada, como digo, con la tecnología y en la que queda desplazada, una vez más, la Revolución Humanista o humanizada diría yo, de la cual, seguimos careciendo de un modo generalizado.

Avanzo en la reflexión y reparo en que en realidad, en todas las revoluciones, en todos los avances de los que presume la historia de la humanidad, siempre está pendiente una apuesta firme y auténtica por los valores humanistas o si queremos por unos valores éticos universales.

Se han logrado avances importantes, no niego esto, sobre el papel encontramos muchos: Derechos Humanos, Derechos y Necesidades Universales de Niños y Niñas, etc., y mucha legislación que apuesta en principio, por abordar la humanidad que ha de caracterizar al homo sapiens casi por definición si mantenemos que pensar bien incluye la ética.

Sin embargo, sospecho que cuando se habla y escribe mucho de algo no  se garantiza su  práctica real. Es como cuando las parejas hablan mucho de su relación o del sexo que no tienen. Cuando algo se construye con buen andamiaje no se habla tanto, se hace y se vive. Hablar y escribir una y otra vez de algo son prórrogas para no hacer. Permitid el ejemplo derivado de mi ejercicio profesional. Sé que es preciso el diálogo y ensartar por escrito los acuerdos, no me cabe duda. Ahora bien, también sé que si no se hace lo acordado no sirve para nada.

Sigo preguntándome al respecto y me planteo que, igual que las personas que atiendo en apoyo psicológico, no logran modificar lo que les hace daño de un modo sustancial, aunque sepan que les pasa, si no revisan su guión de vida, su historia personal y familiar y además aprenden a vivir actualizando su panorama emocional entre otras cosas, ¿no será que a la humanidad le pasa lo mismo y por eso repite errores una y otra vez? ¿Acaso necesita la humanidad una especie de terapia universal que revise, repare, actualice y se desarrolle de un modo evolucionado para el momento que le corresponde vivir? y si es así, ¿Cómo hacemos esto?

Los autores de la propuesta transhumanista simplifican la complejidad que nos caracteriza, afirmando que es preciso superar las viejas emociones y reglas que impiden el placer fruto de la historia pasada. Esto tampoco es algo nuevo, la búsqueda del placer está en la historia de la humanidad, lo que cambia es la posibilidad, según ellos, de producirla de manera permanente a través de la tecnología, una especie de dopaje incorporado a nuestro sistema biopsicológico que garantice la lucidez y el placer y además hacerlo llegar a todos.

Sería la primera vez que llega a toda la humanidad un supuesto beneficio. En este caso, con estos ingredientes que han reseteado el dolor, la tristeza, el miedo y la alegría, etc., y que además cuentan con una lucidez crónica podemos plantearnos: ¿Es este el individuo sostenible para un planeta finito?
Estoy segura de algo, es tiempo de cooperación más que de egos.

Hoy por hoy, creo que la respuesta ha de ser global, universal y sostenible desde una educación integral, terapéutica, social, y con esencia éticoecológica. Sostenible para el individuo que quiere y necesita sobrevivir en la Tierra, (aunque algunos ya estén contemplando la posibilidad de mudarse a otro planeta) que forma parte de un grupo de individuos que han de cooperar en lugar de competir sucio.

Dirigirnos al logro de conservar la Tierra como un lugar sostenible, con personas que accedan a puestos de responsabilidad con vocación de cooperación, con el ego trabajado y la mente preparada y asociada al corazón, al propio y al ajeno.

Equipos de trabajo que se cuiden y motiven de verdad, detectando lo vil y desechándolo, puede que curándolo, sin temor y con firmeza.

Hablo de un Homo Integrado que aborda la existencia dando a la humanidad y a la Tierra su mejor versión, y construye un legado dejando su propia huella desde su mejor intención y método: Capaz porque se desarrolla acogiendo el legado intelectual, tecnológico, emocional, artístico, económico (este hay que cambiarlo de arriba a abajo) y  creativo, de quienes le enseñaron, y asume la responsabilidad de trasladarlo a los que vienen, a los que ya están.

Observo además que la historia de la humanidad relata los acontecimientos y personajes destacados y hace del progreso una idea asumida como propia, cómo si todos hubiéramos llegado a lo mismo. Sin embargo ¿progresamos todos y en todas las áreas de la evolución? Sabemos que no. Incluso el progreso en un ámbito no garantiza lo mismo en otro.  El ser humano avanza en departamentos estancos, ahora la tecnología, antes las industrias, pero, ¿cómo lograr la realización de la humanidad de un modo integrado? Este es para mí el gran reto de la humanidad.

Apuesto por la materialización personal y cooperativa de cada individuo en su día a día, el granito de arena que contribuye a la montaña, las acciones cotidianas, los gestos, incluso los votos.  Desde el papel en la papelera hasta la reivindicación de lo injusto, contribuyendo desde la coherencia ética personal a generar conciencia y buen hacer común.

Cierto que tenemos que hablar y escribir sobre ello, compartir deseos e intenciones, propuestas y acciones.


¡Hoy comienza todo!