Mostrando entradas con la etiqueta psicología humanista. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta psicología humanista. Mostrar todas las entradas

miércoles, 23 de enero de 2019

EL HÁBITO HACE AL MONJE: del hábito al sentido


No podemos olvidar la resistencia al cambio que  nos caracteriza incluso para modificar lo que nos hace daño.  El hábito es más poderoso que la intención, por muy buena que esta sea (Lukas, 2001). Comenzamos en este caso por el plano conductual, para abordar después las motivaciones, que aluden a aspectos intrapsíquicos, y que analizamos con detalle en el estudio de juegos psicológicos y guiones.


Evaluar nuestros hábitos y cuestionar su papel en nuestra vida, es como revisar los pilares de una vivienda, la ubicación de los ladrillos y su estado.  ¿Tiene sentido para mi vida hoy esto que hago, esto a lo que dedico una hora al día, dos…? (Lukas, 2001) afirma que “Cuando lo pequeño no está bien lo grande se desmorona.”


Podemos renunciar a algún hábito y sustituirlo por otro deseable, el trueque es: hábito estéril por hábito saludable y sostenible para mi persona y  el contexto en el que actúo.


Acompasamos para mayor precisión, nuestro diálogo interior con nuestra conciencia personal, cuanto más coherente sea lo que creo y pienso con lo que hago, mayor consonancia emocional tendré.  Viktor Frankl denomina el compás ético a esta entidad interior que habita en nosotros y que contiene la parte más sensitiva e intuitiva de nuestro ser.  En metalenguaje transaccional se relaciona con el equilibrio entre los estados del Yo.


“Quien nunca limpia ventanas no ve la suciedad en el cristal, a no ser que se dé de bruces contra él.” (Lukas 2001, p.22).


Desde la perspectiva de la logoterapia iniciada por Viktor Frankl, construir el sentido de la vida se relaciona con estas  dimensiones básicas:

  • Biológica o somática, relacionada con nuestro estado corporal, nuestras tendencias físicas y la conciencia de ellas.

  • Psíquica, los aspectos psicológicos que influyen en nuestro estado psicofísico y en el sentido que construimos.

  • Social, nuestro estilo relacional y su influencia en la construcción del bienestar psicológico y el sentido que tienen para nosotros.

  • Espiritual, nuestra manera vital más allá de las dimensiones anteriores, integrando el sentido de la vida desde la perspectiva del legado personal, mi huella en el mundo.

Cada una de estas dimensiones contiene hábitos de hacer, pensar, sentir y relacionarnos.  La vida que vivimos se mueve con ritmos más o menos convulsos, como las olas en el mar.  No podemos evitarlas aunque sí podemos aprender a navegar.  El ritmo de nuestras acciones depende en gran medida de nosotros mismos. Vivir en una arritmia constante (Lukas, 2001) nos enferma, sólo es posible cuando somos jóvenes e incluso en este caso no es inocua la aceleración para el resultado de nuestras acciones.


Cuando queremos modificar algún patrón de comportamiento, necesitamos ajustar el ritmo de modo que repercuta en un resultado diferente y, en sentido terapeútico, saludable.
 

“Todos los ritmos degenerados necesitan un intervalo de tiempo riguroso durante el cual, a base de “férrea disciplina” se inviertan los ciclos” (Lukas 2001, p.35)


El cambio de hábito pasa por experimentar y sobreponerse a la fase de transición.  Todo hábito consiste en reaprender algo, después, lo que se ha evitado o provocado voluntariamente se asimila involuntariamente. 


Referencias:

LUKAS, E.  (2001) Paz vital, plenitud y placer de vivir.  Los valores de la logoterapia.  Barcelona: Paidós

viernes, 14 de diciembre de 2018

Reflexión Navideña



La gran aportación de Victor Frankl (1949) acerca de la construcción personal del sentido de la vida, cobra hoy una extraordinaria vigencia cuando analizamos las máscaras frente al aburrimiento y la soledad, ingredientes básicos del vacío existencial que aliados con la confusión en nuestros valores confluyen para derrotarlo o bien lo dirigen a adicciones que lo despistan. Ya sea las falsas apariencias de las redes sociales mal usadas, con relaciones a distancia huecas de afecto y tiempo efectivo, como el consumo desaforado, contaminan nuestra atención que enferma por inercia.
   
Inmersos como estamos en vísperas de las fiestas navideñas, conviene reflexionar acerca de lo proclives que nos hemos hecho al exceso en los deseos confundiéndolos con necesidades. A veces, su satisfacción se vuelve contra nosotros como un bumerán. Valga el ejemplo del exceso e inadecuado consumo de alimentos o medicamentos que incrementa la obesidad y las dependencias.


Creo que es necesario plantearnos la diferencia entre necesidades y deseos. Estos se valen de impulsos para dirigir la atención de manera imperiosa hacia algo que requiere satisfacción rápida aunque de efecto efímero.  La necesidad conlleva un efecto colateral más o menos grave si no se satisface, los deseos no.  Las necesidades son objetivas, los deseos subjetivos.


No planteo la ausencia de deseos ni la flagelación innecesaria, sí aliar los deseos con sentido real, con gasto de tiempo efectivo más que con objetos irrelevantes.  Si regalo una cometa a mi hija que sea para ir a volarla con ella al campo o a la playa, así contribuyo a crear una afición y compartimos tiempo juntas.  El exceso de deseos satisfechos, especialmente a través de objetos, no favorece el bienestar psicológico, más bien al contrario, lo limita porque es adictivo y frecuentemente insustancial. Considerándolo desde instancias más profundas, porque la motivación emocional genuina, lo que realmente necesitamos, no se satisface.  


Es preciso construir satisfactores sostenibles para las sociedades aparentemente ricas, en las que el consumo es vicio, en las que la necesidad de reconocimiento se sacia con un click aunque nunca nos hayamos visto y la soledad real siga ascendiendo en número de afiliados cada día.


Me pregunto donde están los aparatosos juguetes que se ven en paseos y parques los 363 días después de abrir los paquetes, porque yo no los veo más.


¿Jugarán en casa con ese aparente descapotable que papá o mamá nunca tendrán? ¿El nuevo móvil me ha ayudado a tener más amigos, 200, 300,1000...? ¿Y ese juego para cuatro que todavía está con el envoltorio?  En un escenario de este tipo, imagino los trasteros llenos de objetos molestos y el tiempo, ¿en qué se fue el tiempo?

“Obra así, como si vivieras por segunda vez y la primera vez lo hubieras hecho tan desacertadamente, como estás a punto de hacerlo ahora Victor Frankl (1946)

lunes, 23 de abril de 2018

Juegos Psicológicos y Juegos de Poder: El lado oculto de la comunicación



La comunicación humana se organiza en el escenario interno que habita en la mente de cada individuo.  Allí se revisan escenas vividas y se preparan las que están por vivir.  El personaje interno primario encuentra un muro a veces insondable que evita que el sonido de su voz lo traspase y se haga audible, por eso a veces se torna en grito con apariencia de dolor físico o emocional.

Está acostumbrado a los oídos sordos del personaje externo, de la racionalización irracional, de la costumbre, ignorando la necesidad de escuchar el zumbido que avisa de que algo no va bien, hasta que estalla y se hace presente con contundencia.  El colapso produce confusión ¿Qué ha pasado? Perplejidad ante la conciencia de lo ignorado que harto de removerse para hacerse notar, trasciende la capa interna para acceder al exterior abriendo la herida a bocajarro. Ahora es un arrebato de ira que hace temblar el cuerpo propio y el ajeno, o un eclipse emocional que adormece los sentidos y aleja la alegría de vivir e incluso la necesidad.  O tal vez un punzante dolor físico que advierte de una inminente debacle en algún órgano interno inaccesible a nuestro control.  ¡Tal vez!

Para llegar aquí se ha jugado mucho y con intensidad variable.  Se ha visitado la cueva de la impotencia demandando ayuda desde una posición de inferioridad que se ha vuelto otra vez contra uno mismo.

O se han escalado los peldaños de la superioridad para mirar desde arriba a los torpes que se equivocan, a los incautos necesitados de la aparente fortaleza que los hace percibirse dentro de algo importante, aunque sea una trampa de falso acogimiento, propiedad de cazadores ávidos de confirmar su valía una vez más con el potente poder del miedo como arma.

Tal vez se ha obviado la dificultad y se ha errado otra vez creyendo que esta era la buena, la definitiva para enriquecerse, enamorarse, triunfar.

Puede que los oídos sordos de otros ante una voz herida hayan causado mutismo crónico y sólo se oye el grito hacia adentro hasta que se hace insoportable.

Desde cualquiera de estas rutas se puede atisbar la caída que antes o después sucederá, si no se neutraliza a tiempo esta especie de destino que aparentemente está fuera de control, alegando para justificarse que no depende de uno mismo sino de las circunstancias, del carácter, de los otros o de la suerte.

Si algo de esto resuena puede que tenga interés antes de la próxima jugada hacer algo de introspección y cambiar el rumbo. Conocer la motivación emocional genuina que alienta a jugar desde el lado invisible de nuestra conciencia para dar respuesta a lo que anhelamos o necesitamos y evitar lo que tememos.

Puede que lo que se necesitó en otro momento de la vida y no se tuvo quedó agazapado en un recodo olvidado que aparentemente no se nota, aunque ahí está y como la energía, se transforma para adaptarse a la realidad que le toca vivir. El efecto es desigual aunque nunca inocuo.

La antítesis del juego es la honestidad, primero hacia sí mismo y luego hacia los otros con los que convivo y me relaciono y así, mirar de frente las vulnerabilidades y convertirlas en posibilidades de desarrollo y de cooperación:

El fuerte es humano y necesita apoyo, como cualquiera.

El débil tiene fuerza que ha de ser explícita, abierta desde el potencial propio que caracteriza a cada individuo.

El error constante requiere análisis exhaustivo, aprendizaje con método.
La desidia y la desesperación apoyo para creer e ilusionarse y soltar lo que sobra: el miedo, la rabia, la tristeza, lo que sea que dañó.

La comunicación humana se prepara internamente, en el lado oculto de la conciencia en parte, donde el acceso está restringido aunque la conducta nos delate.  Sin necesidad de convertirnos en Freud, podemos aprender a chequear los indicios que nos aventuran hacia nuestros “conflictos favoritos” y desde ahí comenzar la búsqueda de soluciones diferentes, ampliar la mirada desde la clave emocional asociada a las creencias que los sustentan.

Afortunadamente, también invertimos el tiempo de un modo constructivo ya sea en aislamiento o en la propia comunicación social.  Preparar un examen, una conferencia o un baile, o bien recrearme en el buen día que pasé el domingo en el campo, o tal vez imaginar lo que quiero hacer las próximas vacaciones.  También reflexionar acerca de un conflicto con mi jefa, mi pareja o mi amigo.  El tiempo en aislamiento es necesario para el reciclaje, el descanso, la conciencia de lo que hago, pienso y siento, en definitiva de cómo existo. Y por supuesto es saludable el tiempo de comunicación social constructiva, a través de la cual intercambiamos bienes altamente preciados como la afectividad, la información, el aprendizaje, etc., promoviendo las caricias que nutren nuestras necesidades físicas, materiales y emocionales.

Me hago eco de la cuestión planteada por Eric Berne para sugeriros responder a esta pregunta:

¿Qué se me repite una y otra vez?

Este es el primer paso para dejar de jugar.

Lecturas recomendadas:

Steiner, C. (2009) El otro lado del poder.  Análisis Transaccional del poder personal. Sevilla: Jeder.

Berne, E. (1973) ¿Qué dice usted después de decir “hola”? Barcelona: Grijalbo.


sábado, 21 de abril de 2018

Juegos psicológicos y juegos de poder: El lado oculto de la comunicación



La comunicación humana se organiza en el escenario interno que habita en la mente de cada individuo.  Allí se revisan escenas vividas y se preparan las que están por vivir.  El personaje interno primario encuentra un muro a veces insondable que evita que el sonido de su voz lo traspase y se haga audible, por eso a veces se torna en grito con apariencia de dolor físico o emocional.

Está acostumbrado a los oídos sordos del personaje externo, de la racionalización irracional, de la costumbre, ignorando la necesidad de escuchar el zumbido que avisa de que algo no va bien, hasta que estalla y se hace presente con contundencia.  El colapso produce confusión ¿Qué ha pasado? Perplejidad ante la conciencia de lo ignorado que harto de removerse para hacerse notar, trasciende la capa interna para acceder al exterior abriendo la herida a bocajarro. Ahora es un arrebato de ira que hace temblar el cuerpo propio y el ajeno, o un eclipse emocional que adormece los sentidos y aleja la alegría de vivir e incluso la necesidad.  O tal vez un punzante dolor físico que advierte de una inminente debacle en algún órgano interno inaccesible a nuestro control.  ¡Tal vez!

Para llegar aquí se ha jugado mucho y con intensidad variable.  Se ha visitado la cueva de la impotencia demandando ayuda desde una posición de inferioridad que se ha vuelto otra vez contra uno mismo.

O se han escalado los peldaños de la superioridad para mirar desde arriba a los torpes que se equivocan, a los incautos necesitados de la aparente fortaleza que los hace percibirse dentro de algo importante, aunque sea una trampa de falso acogimiento, propiedad de cazadores ávidos de confirmar su valía una vez más con el potente poder del miedo como arma.

Tal vez se ha obviado la dificultad y se ha errado otra vez creyendo que esta era la buena, la definitiva para enriquecerse, enamorarse, triunfar.

Puede que los oídos sordos de otros ante una voz herida hayan causado mutismo crónico y sólo se oye el grito hacia adentro hasta que se hace insoportable.

Desde cualquiera de estas rutas se puede atisbar la caída que antes o después sucederá, si no se neutraliza a tiempo esta especie de destino que aparentemente está fuera de control, alegando para justificarse que no depende de uno mismo sino de las circunstancias, del carácter, de los otros o de la suerte.

Si algo de esto resuena puede que tenga interés antes de la próxima jugada hacer algo de introspección y cambiar el rumbo. Conocer la motivación emocional genuina que alienta a jugar desde el lado invisible de nuestra conciencia para dar respuesta a lo que anhelamos o necesitamos y evitar lo que tememos.

Puede que lo que se necesitó en otro momento de la vida y no se tuvo quedó agazapado en un recodo olvidado que aparentemente no se nota, aunque ahí está y como la energía, se transforma para adaptarse a la realidad que le toca vivir. El efecto es desigual aunque nunca inocuo.

La antítesis del juego es la honestidad, primero hacia sí mismo y luego hacia los otros con los que convivo y me relaciono y así, mirar de frente las vulnerabilidades y convertirlas en posibilidades de desarrollo y de cooperación:

El fuerte es humano y necesita apoyo, como cualquiera.

El débil tiene fuerza que ha de ser explícita, abierta desde el potencial propio que caracteriza a cada individuo.

El error constante requiere análisis exhaustivo, aprendizaje con método.
La desidia y la desesperación apoyo para creer e ilusionarse y soltar lo que sobra: el miedo, la rabia, la tristeza, lo que sea que dañó.

La comunicación humana se prepara internamente, en el lado oculto de la conciencia en parte, donde el acceso está restringido aunque la conducta nos delate.  Sin necesidad de convertirnos en Freud, podemos aprender a chequear los indicios que nos aventuran hacia nuestros “conflictos favoritos” y desde ahí comenzar la búsqueda de soluciones diferentes, ampliar la mirada desde la clave emocional asociada a las creencias que los sustentan.

Afortunadamente, también invertimos el tiempo de un modo constructivo ya sea en aislamiento o en la propia comunicación social.  Preparar un examen, una conferencia o un baile, o bien recrearme en el buen día que pasé el domingo en el campo, o tal vez imaginar lo que quiero hacer las próximas vacaciones.  También reflexionar acerca de un conflicto con mi jefa, mi pareja o mi amigo.  El tiempo en aislamiento es necesario para el reciclaje, el descanso, la conciencia de lo que hago, pienso y siento, en definitiva de cómo existo. Y por supuesto es saludable el tiempo de comunicación social constructiva, a través de la cual intercambiamos bienes altamente preciados como la afectividad, la información, el aprendizaje, etc., promoviendo las caricias que nutren nuestras necesidades físicas, materiales y emocionales.

Me hago eco de la cuestión planteada por Eric Berne para sugeriros responder a esta pregunta:

¿Qué se me repite una y otra vez?

Este es el primer paso para dejar de jugar.

Lecturas recomendadas:

Steiner, C. (2009) El otro lado del poder.  Análisis Transaccional del poder personal. Sevilla: Jeder.

Berne, E. (1973) ¿Qué dice usted después de decir “hola”? Barcelona: Grijalbo.