viernes, 30 de noviembre de 2018

El Dogma


Aludiendo al tema tratado en nuestro taller de la semana pasada en el que revisamos los orígenes e influencias de nuestro guión de vida, con especial énfasis en el concepto de Análisis Transaccional conocido como estado Padre del Yo, quiero recomendar una película que he visto hace unos días: El veredicto. Una buena película y una muy buena interpretación de Emma Thompson. Pero no es de cine de lo que quiero escribir aquí, sino de la rigidez, de la inflexibilidad, del dogma.  El dogma en su máxima esencia encarnado en la figura de una jueza. Una jueza que parte y reparte justicia, que ha de decidir con la ley en la mano acerca de aspectos esenciales de la vida de otros, en este caso la vida concretamente. La vida de un adolescente que pende del hilo de la justicia.

Una vez rotas sus propias normas acercándose al joven antes de expresar su veredicto, esta mujer avanza en el recorrido de la narrativa cubierta por su constante impermeabilidad, rígida, inflexible.  En ningún momento permite la sensibilidad necesaria desde la que dar una pista al vulnerable joven que careciendo de experiencia le reclama.   Una vez revelado el deseo de vivir no sabe cómo hacerlo. Ella es la representación de una nueva verdad. Una vez cambiado el destino introyectado por sus propios padres, queda desnudo, quiere vivir y no sabe cómo, excepto a través de la persona que ha decidido por él y que ha sido su espejo por un instante mostrándole algo bello.  Está confundido y asustado, también ilusionado e idealiza y venera a su hada madrina fugaz.

¿Qué habría aportado un ápice de empatía?

La palabra en el momento oportuno, la mano en el hombro sin necesidad de inmiscuirse, el día después del veredicto también importa.

Creo que hay una gran diferencia entre la buena praxis y la praxis integrada, más allá de la técnica y del tecnicismo, una evolución de la persona que somos, sólida, amplia e inclusiva, sostenible en definitiva y aplicable a cualquier ámbito.

No es lo mismo existir que tener permiso para vivir. Y este sólo puede transmitirse si lo tenemos o lo incorporamos en la construcción decidida de la persona que podemos ser. No puedo ofrecer ni dar lo que no tengo.

Sé que estás confundido, puede que no sepas como hacer tu vida ahora. Sé que mi visita despertó en ti las ganas de vivir y me alegro de ello. Si ahora necesitas ayuda hay que buscarla.  No estás sólo ni lo vas a estar. Vas a estar acompañado en este proceso hasta que lo necesites.

La transacción del permiso,  rompe mandatos nocivos y alienta al receptor alentado por la credibilidad de quien la expresa. Después es preciso el cómo, el método y los recursos. Tal vez la redecisión del desenlace hubiera sido diferente en este caso.

Al fin y al cabo ¿qué sentido tiene tender un puente si cuando lo atraviesas encuentras la jungla, que aunque bella, resulta insondable sin alimento ni brújula?

Paradójicamente ella recoge el relevo de su oportunidad para vivir.

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