Para finalizar el año, quiero compartir con vosotros un relato en el que expreso mi objetivo para 2023, y con el que espero alentar la ilusión por el cambio constructivo. Ilusión e inspiración que animen las pequeñas acciones para transformar sin destruir.
La abuela grafitera, personaje de nuestro relato, tiene un propósito, quiere construir un legado para sus nietas, un sello que aliente valores de cuidado y protección, de solidaridad y empatía. Quiere protestar ante lo que daña y que pasa inadvertido en el día a día. Se rebela ante la pasividad y se indigna ante la acción violenta y bronca. Quiere que la esencia de la belleza natural no sea vencida por la acción insensible del codicioso o el estúpido. Quiere contribuir con pequeñas acciones a impulsar la amabilidad, el respeto y la cooperación.
La abuela grafitera
Érase una vez una abuela que cada día paseaba cerca del mar. Tenía la suerte de vivir en un lugar con grandes espacios abiertos desde donde contemplar el horizonte y respirar aire limpio. Un bello entorno en el que resultaba fácil descansar la retina del trabajo con el ordenador. Sin embargo, no todo era bonito, a veces encontraba desagües apestosos que desembocaban en la playa dejando un rastro de sucio fango. Bolsas de plástico que el levante precipitaba desordenadamente hacia el agua confundiendo y dañando a los habitantes marinos.
Una vez, incluso encontró un gran paquete que contenía droga, un fardo lo llaman y tuvo que llamar a las autoridades para que lo recogieran. Era frecuente también, encontrar restos de barcos de personas que subieron a ellos con el propósito de encontrar aquí una vida mejor. No sabe si lo consiguieron, ellos no están, aunque a veces sus ropas mojadas quedan en la arena como testigo de su llegada.
A veces se enfada cuando descubre a kitesurfistas con su cometa en la laguna en la que descansan las aves en su ruta de migración. Asustadas por el pajarraco humano, su avituallamiento a medio viaje se trunca. La abuela no entiende a estos egologistas. Llama a las autoridades, pero no le hacen mucho caso.
Hacía ya tiempo que, al pasar al lado de uno de los colegios cercanos a la playa, la abuela veía escritas en una pared palabras soeces, expresiones y dibujos con significados obscenos. La abuela no era una mojigata, pero no le parecía ni bonito ni apropiado que los niños y niñas de la escuela de al lado, pudieran leer cada día esas palabras y ver esas imágenes. No entendía por qué nadie las borraba, los maestros y maestras, los padres y madres, deducía que su pasividad tal vez se debiera a la costumbre o a dar por hecho que no era su responsabilidad, no lo sabía.
De modo que decidió actuar. Aunque su nieta iba a otro colegio, sintió la necesidad de intervenir y así lo hizo. Una tarde, se dirigió a un bazar cercano y compró un espray. Avanzó decidida hacia el callejón de las palabras soeces convencida de su propósito. Quería ser discreta, una grafitera anónima, más llevando a su nieta con ella en la misión secreta.
¿A dónde vamos abuela? Preguntó la pequeña. Vamos a cambiar unas palabras feas por unas bonitas. Entonces la niña eligió la palabra AMOR. Claro, pensó la abuela, ella rebosa amor.
Llegaron al muro, las acompañaba otro abuelo que se había unido casualmente a la pareja. La abuela le pidió que abriera el espray y escribiera: ABRETE AL AMOR Y AL RESPETO, cambiando el sentido de la fea expresión que allí se hallaba garabateada. La abuela se sorprendió al ver que el color de la pintura era rojo, creía haber escogido uno azul. Sin embargo, se alegró al observar el contundente efecto de este tono. Contentas, se marcharon al parque a jugar.
Otro día cogió de compinche a su compañero de vida y juntos comprobaron que sus palabras bonitas seguían en el muro. En esta ocasión el dibujo de un pene que apuntaba a su frase lo transformó en una mariposa.
Así, desde entonces y hasta ahora, la abuela pasea y comprueba el estado de la pared. Hasta ha creado su propio lema:
NO ES DESTRUIR ES TRANSFORMAR
Para María que ya forma parte de las estrellas después de brillar en La Tierra.
FELIZ AÑO 2023
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