Hoy ha caído ante mis ojos un artículo
que me ha llamado especialmente la atención dado que es un tema acerca
del cual reflexiono últimamente. Me refiero al movimiento transhumanista de David Pearce y Nick Bostrom al que hace alusión el autor del artículo Jordi Oler en El País.
Resalta un concepto de humanismo
actualizado que incluye los inevitables avances tecnológicos con los que
convivimos, que forman una parte tan esencial de nuestra vida y que
casi constituyen un órgano asociado imprescindible. Comienza a definirse
un individuo evolucionado superinteligente, lúcido y ausente de dolor,
que yo todavía veo como un simple prototipo cuestionable.
Se alude a una 4ª Revolución Industrial
especialmente relacionada, como digo, con la tecnología y en la que
queda desplazada, una vez más, la Revolución Humanista o humanizada
diría yo, de la cual, seguimos careciendo de un modo generalizado.
Avanzo en la reflexión y reparo en que en
realidad, en todas las revoluciones, en todos los avances de los que
presume la historia de la humanidad, siempre está pendiente una apuesta
firme y auténtica por los valores humanistas o si queremos por unos
valores éticos universales.
Se han logrado avances importantes, no
niego esto, sobre el papel encontramos muchos: Derechos Humanos,
Derechos y Necesidades Universales de Niños y Niñas, etc., y mucha
legislación que apuesta en principio, por abordar la humanidad que ha de
caracterizar al homo sapiens casi por definición si mantenemos que
pensar bien incluye la ética.
Sin embargo, sospecho que cuando se habla
y escribe mucho de algo no se garantiza su práctica real. Es como
cuando las parejas hablan mucho de su relación o del sexo que no tienen.
Cuando algo se construye con buen andamiaje no se habla tanto, se hace y
se vive. Hablar y escribir una y otra vez de algo son prórrogas para no
hacer. Permitid el ejemplo derivado de mi ejercicio profesional. Sé que
es preciso el diálogo y ensartar por escrito los acuerdos, no me cabe
duda. Ahora bien, también sé que si no se hace lo acordado no sirve para
nada.
Sigo preguntándome al respecto y me
planteo que, igual que las personas que atiendo en apoyo psicológico, no
logran modificar lo que les hace daño de un modo sustancial, aunque
sepan que les pasa, si no revisan su guión de vida, su historia personal
y familiar y además aprenden a vivir actualizando su panorama emocional
entre otras cosas, ¿no será que a la humanidad le pasa lo mismo y por
eso repite errores una y otra vez? ¿Acaso necesita la humanidad una
especie de terapia universal que revise, repare, actualice y se
desarrolle de un modo evolucionado para el momento que le corresponde
vivir? y si es así, ¿Cómo hacemos esto?
Los autores de la propuesta transhumanista
simplifican la complejidad que nos caracteriza, afirmando que es
preciso superar las viejas emociones y reglas que impiden el placer
fruto de la historia pasada. Esto tampoco es algo nuevo, la búsqueda del
placer está en la historia de la humanidad, lo que cambia es la
posibilidad, según ellos, de producirla de manera permanente a través de
la tecnología, una especie de dopaje incorporado a nuestro sistema
biopsicológico que garantice la lucidez y el placer y además hacerlo
llegar a todos.
Sería la primera vez que llega a toda la humanidad un supuesto beneficio. En este caso, con estos ingredientes que han reseteado
el dolor, la tristeza, el miedo y la alegría, etc., y que además
cuentan con una lucidez crónica podemos plantearnos: ¿Es este el
individuo sostenible para un planeta finito?
Estoy segura de algo, es tiempo de cooperación más que de egos.
Hoy por hoy, creo que la respuesta ha de
ser global, universal y sostenible desde una educación integral,
terapéutica, social, y con esencia éticoecológica. Sostenible
para el individuo que quiere y necesita sobrevivir en la Tierra, (aunque
algunos ya estén contemplando la posibilidad de mudarse a otro planeta)
que forma parte de un grupo de individuos que han de cooperar en lugar
de competir sucio.
Dirigirnos al logro de conservar la
Tierra como un lugar sostenible, con personas que accedan a puestos de
responsabilidad con vocación de cooperación, con el ego trabajado y la
mente preparada y asociada al corazón, al propio y al ajeno.
Equipos de trabajo que se cuiden y
motiven de verdad, detectando lo vil y desechándolo, puede que
curándolo, sin temor y con firmeza.
Hablo de un Homo Integrado que
aborda la existencia dando a la humanidad y a la Tierra su mejor
versión, y construye un legado dejando su propia huella desde su mejor
intención y método: Capaz porque se desarrolla acogiendo el legado
intelectual, tecnológico, emocional, artístico, económico (este hay que
cambiarlo de arriba a abajo) y creativo, de quienes le enseñaron, y
asume la responsabilidad de trasladarlo a los que vienen, a los que ya
están.
Observo además que la historia de la
humanidad relata los acontecimientos y personajes destacados y hace del
progreso una idea asumida como propia, cómo si todos hubiéramos llegado a
lo mismo. Sin embargo ¿progresamos todos y en todas las áreas de la
evolución? Sabemos que no. Incluso el progreso en un ámbito no garantiza
lo mismo en otro. El ser humano avanza en departamentos estancos,
ahora la tecnología, antes las industrias, pero, ¿cómo lograr la
realización de la humanidad de un modo integrado? Este es para mí el
gran reto de la humanidad.
Apuesto por la materialización personal y
cooperativa de cada individuo en su día a día, el granito de arena que
contribuye a la montaña, las acciones cotidianas, los gestos, incluso
los votos. Desde el papel en la papelera hasta la reivindicación de lo
injusto, contribuyendo desde la coherencia ética personal a generar
conciencia y buen hacer común.
Cierto que tenemos que hablar y escribir sobre ello, compartir deseos e intenciones, propuestas y acciones.
¡Hoy comienza todo!