Despedimos un año marcado con unas circunstancias por todos
conocidas y un nombre repetido hasta la saciedad: PANDEMIA. En nuestra narrativa cultural tenemos
asociadas a estas fechas unas sensaciones concretas, emociones derivadas de
vivencias con las que de un modo u otro nos identificamos: El encuentro con la
familia, las reuniones con amigos y compañeros, celebraciones que acogidas a
estas fechas se instalaron en nuestra historia más allá de la propuesta formal
y comercial ubicándose en la dimensión afectiva de lo que significa estar
juntos.
Una costumbre social en la que participamos de diversas
maneras. Para unos, como decía, es
motivo y oportunidad de encuentro, para otros días sin trabajo para descansar,
para viajar, otros tal vez participen desde la obligación social, pero sin el
ánimo sobreentendido, porque recordemos que no siempre los encuentros son
satisfactorios.
Sea cual sea la situación el caso es que este año toca una
circunstancia diferente. Nos encontramos
con deseos frustrados permanentemente, pensamientos que avivan el anhelo de lo
esperado en otras ocasiones, ese viaje, esa cena o simplemente ese brindis
cercano en el bar de la esquina.
Imágenes superpuestas con la consciencia de la realidad que vivimos:
esto no puedo, esto tampoco. Deseos
avocados al fracaso nada más aparecer.
Es probable que estas emociones ambivalentes las percibamos
con mayor intensidad en estos días, aunque venimos de un año con un verano
también diferente, al que entramos con ansia y llenos de dudas después del
confinamiento feroz al que nos vimos, necesariamente, sometidos. Tal vez
resulte banal simplificar la frustración asociada a los deseos, sin
embargo, necesitamos la ilusión, la
motivación para poner en la agenda algo que nos aliente, especialmente, cuando
la adversidad ha puesto trabas. Creo que está bien hacer planes, con margen
realista, y con la certeza, como no, de que esto también pasará.
Mientras, como solemos sugerir hay que ajustar la actitud a
lo que hay con la mejor versión posible de nosotros mismos. Está bien notar lo que nos pasa aunque no nos
guste y creo que en gran medida esto es lo que nos ha pasado este año, que nos
hemos notado. Se ha puesto en evidencia
la necesidad que tenemos de contacto, de contacto real, porque, aunque las redes
sociales, a través de nuestros teléfonos y ordenadores, han resultado un
vehículo necesario en estos meses, su exceso no ha compensado en lo esencial la
necesidad de contacto y de conexión social.
El hecho es que ha sido frecuente la angustia por aislamiento a pesar de
estar en permanente contacto virtual.
Sin intención de boicotear las expectativas de lo nuevo, creo
necesario que pongamos los pies en el suelo y celebremos la llegada de 2021 sin
prisa y sin pausa. No vayamos a creer
que pasamos al otro lado del espejo de Alicia y allí está el país de las maravillas. Recordemos,
aludiendo a la bella metáfora de Lewis Carroll, que la maravilla a la que nos
transporta es la aventura de conocerse en lo inesperado, en lo desconocido, de
creer más que en lo imposible en nosotros mismos, este creo, es el gran
desafío.
Con mis mejores deseos en nombre del equipo que represento os
deseo un gran año.
¡FELIZ 2021!
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