Aludiendo al tema tratado en nuestro
taller de la semana pasada en el que revisamos los orígenes e
influencias de nuestro guión de vida, con especial énfasis en el
concepto de Análisis Transaccional conocido como estado Padre del Yo,
quiero recomendar una película que he visto hace unos días: El veredicto.
Una buena película y una muy buena interpretación de Emma Thompson.
Pero no es de cine de lo que quiero escribir aquí, sino de la
rigidez, de la inflexibilidad, del dogma. El dogma en su máxima esencia
encarnado en la figura de una jueza. Una jueza que parte y
reparte justicia, que ha de decidir con la ley en la mano acerca de
aspectos esenciales de la vida de otros, en este caso la vida
concretamente. La vida de un adolescente que pende del hilo de la
justicia.
Una vez rotas sus propias normas
acercándose al joven antes de expresar su veredicto, esta mujer avanza
en el recorrido de la narrativa cubierta por su constante
impermeabilidad, rígida, inflexible. En ningún momento permite la
sensibilidad necesaria desde la que dar una pista al vulnerable joven
que careciendo de experiencia le reclama. Una vez revelado el deseo de
vivir no sabe cómo hacerlo. Ella es la representación de una nueva verdad. Una
vez cambiado el destino introyectado por sus propios padres, queda
desnudo, quiere vivir y no sabe cómo, excepto a través de la persona que
ha decidido por él y que ha sido su espejo por un instante mostrándole
algo bello. Está confundido y asustado, también ilusionado e idealiza y
venera a su hada madrina fugaz.
¿Qué habría aportado un ápice de empatía?
La palabra en el momento oportuno, la
mano en el hombro sin necesidad de inmiscuirse, el día después del
veredicto también importa.
Creo que hay una gran diferencia entre
la buena praxis y la praxis integrada, más allá de la técnica y del
tecnicismo, una evolución de la persona que somos, sólida, amplia e
inclusiva, sostenible en definitiva y aplicable a cualquier ámbito.
No es lo mismo existir que tener permiso
para vivir. Y este sólo puede transmitirse si lo tenemos o lo
incorporamos en la construcción decidida de la persona que podemos ser.
No puedo ofrecer ni dar lo que no tengo.
Sé que estás confundido, puede que
no sepas como hacer tu vida ahora. Sé que mi visita despertó en ti las
ganas de vivir y me alegro de ello. Si ahora necesitas ayuda hay que
buscarla. No estás sólo ni lo vas a estar. Vas a estar acompañado en
este proceso hasta que lo necesites.
La transacción del permiso, rompe
mandatos nocivos y alienta al receptor alentado por la credibilidad de
quien la expresa. Después es preciso el cómo, el método y los recursos.
Tal vez la redecisión del desenlace hubiera sido diferente en este caso.
Al fin y al cabo ¿qué sentido tiene
tender un puente si cuando lo atraviesas encuentras la jungla, que
aunque bella, resulta insondable sin alimento ni brújula?
Paradójicamente ella recoge el relevo de su oportunidad para vivir.