El otro día hablando con mi nieta tuvimos esta conversación: Cariño, hoy vamos a llevar ropa al cole de papá para que se la lleven a unas familias que la necesitan.
- ¿Por qué la necesitan?
-Porque se han quedado sin casa.
- ¿Por qué se han quedado sin casa aba?
-Porque se las han destruido.
- ¿Tienen un lobo Aba?
-Algo parecido cariño…
Con perdón de los lobos, sirva la clásica metáfora en este caso como descripción de la cruda realidad.
Es difícil elegir qué explicar a un niño y qué callar. Es necesario omitir algunas palabras, guerra, muerte, sufrimiento, aunque otros niños de su edad estén sometidos al terror y en una semana hayan sido llevados a un estado de sufrimiento de tal magnitud que marcará su narrativa vital inevitablemente.
El trauma ya es un hecho, el desenlace está por ver, el análisis de la historia nos ofrece datos, las repeticiones nos enseñan lecciones que no conviene olvidar y hemos de aprender a evitar.
Es análogo al análisis de las narrativas personales, detectar patrones, recurrencias, comprender la motivación, los sentimientos asociados y sobre todo, reparar y construir opciones, alternativas saludables, honestas y éticas para desarrollar sentido.
Por otro lado, me planteo cada día, especialmente desde que soy abuela, cómo compaginar la protección con la libertad y la inocencia, cuando desenmascarar al lobo que espera de soslayo para abalanzarse y socavar la genuina ingenuidad. Sé que es parte del propio proceso evolutivo, que lo hacemos en el día a día, dando respuestas, acompañando, educando con la mejor intención y conocimiento. Sin embargo, cuando una tormenta de irracionalidad nos amenaza y el peligro inminente para otros ya se ha convertido en su día a día, el eco de su dolor retumba y el efecto de su trauma se hace colectivo, se ubica internamente, es lo que conocemos como empatía que promueve la cooperación y la solidaridad. también el miedo.
No ignoro que hay otras guerras, que hay refugiados cada día que tratan de llegar a fronteras para sobrevivir. Sin embargo, la emergencia brutal es indiscutible, la falta de sentido provoca un miedo más profundo que cualquier otra excusa para dañar. El daño ya está hecho, por ahora sólo queda evitar que se extienda. El otro día en la radio hablaba un experto reportero que ha recorrido con su cámara numerosos conflictos bélicos. Ante la pregunta del periodista acerca de horror de las guerras, decía que dejamos que personas muy malas tengan mucho poder y los buenos somos muchas veces pasivos.
Si alimentamos al lobo o simplemente le dejamos acercarse hambriento a los corderos, se los comerá.
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