lunes, 15 de junio de 2020

El amor, el arte que se cultiva



 Os invito a leer o releer a Erich Fromm, referente necesario en mi formación cuyas ideas acerca del amor y la angustia ante la “separatividad”*, constato cada día en mi trabajo como psicoterapeuta.  La separación y el aislamiento activan la percepción de desamparo vital. Se alían además con sentimientos de culpa y vergüenza que incorpora nuestra cultura agravando la connotación negativa, separarse es como no ser querible desde esta perspectiva. Si no soy querible ¿Qué soy?

Elegir una frase concreta para resaltarla aquí es difícil, creo que la obra de Fromm es excelente y  su libro “El arte de amar” lo pondría como lectura recomendable para los adolescentes que, con el apoyo de docentes, podrían cultivar la semilla de la interacción afectiva de las relaciones personales y de pareja que comienzan a tantearse en esta etapa de la vida.

Elijo algunas: “El amor incondicional corresponde a uno de los anhelos más profundos, no sólo del niño, sino de todo ser humano; por otra parte, que nos amen por los propios méritos, porque uno se lo merece, siempre crea dudas; quizá no complací a la persona que quiero que me ame, quizás eso, quizás aquello -siempre existe el temor de que el amor desaparezca-”.

Las primeras percepciones vienen inoculadas por la relación primera vivida en la  pareja de sus figuras parentales, de las personas que les cuidaron y del modo en que entre ellos se trataron.  Después existen otras influencias culturales, positivas en algunos casos, que aportan nuevas perspectivas.  Actualmente no podemos obviar la contaminación de las relaciones creadas a base de de eslóganes comerciales, de historias falsas colgadas al instante en las redes sociales, que alimentan una necesidad basada en modelos sociales de amor y éxito creídos como deseables.

Carecemos de formación y reflexión profunda acerca del amor, damos por hecho que es algo que llega, que sentiremos o no, que perderemos o recuperamos ajeno a nuestras posibilidades de preparación para ello, como en las comedias románticas banales.  Sin embargo, existe una perspectiva del amor, el arte de amar, que se aprende,  que se cultiva, crece y cristaliza en la unión de dos que siguen conservando su individualidad para alejarse juntos de la separatividad, superando la dependencia simbiótica acoplada en la angustia de separación o bien desde el narcisismo, que explota al otro por miedo a ver su propia vulnerabilidad.

Es necesario conocernos para conocer realmente al otro. Es preciso que nos formemos afectivamente para aprender a amar. Detectar carencias previas que motivan repeticiones fraudulentas.

Dice Fromm: Si una mujer nos dijera que ama las flores, y viéramos que se olvida de regarlas, no creeríamos en su “amor” a las flores. El amor es la preocupación activa por la vida y el crecimiento de lo que amamos”. Señala Fromm. “Cuando falta tal preocupación activa no hay amor”. 

Aunque el amor trasciende las relaciones de pareja, en esta ocasión me refiero al amor en el núcleo de las mismas.  Amar y ser amado es un anhelo universal con muchas expresiones particulares. Sin pretender en este pequeño espacio hacer un ensayo del tema, si aliento cada vez con mayor convicción a la necesidad de comenzar con ritmo lento, porque constato cada día los errores de la impulsividad.

Termino con una metáfora: Las relaciones de pareja podemos definirlas como un baile, es necesario tener un ritmo común, que los pasos se entrelacen sin exceso de pisotones, si uno baila el tango y otro va por libre,  será difícil ajustar el paso. No es mejor un baile  que otro, aunque el tango puede convertirse en constrictor del otro, y ahogar la expresión del sumiso que ha de acoplarse para seguir el paso del dominante. En principio puede resultar agradable que te lleven, con el tiempo crees que sólo puedes bailar de ese modo.  El baile libre es una opción, asegura la expresión individual. Sin embargo,  si el danzarín quiere compartir el ritmo con el otro, ambos habrán de encontrar el modo de ajustar sus pasos, el ritmo, para desarrollar una coreografía común. El resultado exitoso dependerá de sus propias historias, de los que han sido capaces de  aprender, en este caso, del tipo de bailarín o bailarina que quieren llegar a ser.

“La afirmación de la vida, felicidad, crecimiento y libertad propios, está arraigada en la propia capacidad de amar, esto es, en el cuidado, el respeto, la responsabilidad y el conocimiento” Erich Fromm.

*0 estado de separación.

 FROMM, E. (1980) El arte de amar. Barcelona: PAIDOS STUDIO

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