sábado, 21 de septiembre de 2019

Nepotismo, el trozo de pastel



A lo largo de mí recorrido profesional he vivido de cerca situaciones que, sin miedo a decirlo en alto, estaban empañadas de nepotismo. Si atendemos a su definición según la RAE:
Del lat. nepos, -ōtis 'sobrino', 'descendiente' e –ismo, Desmedida preferencia que algunos dan a sus parientes para las concesiones o empleos públicos.
Digamos parientes, amigos, pareja… trato preferente para obtener un puesto de trabajo aunque haya otros candidatos que superen en méritos al, la apadrinada. Si falla el diseño y el candidato legítimo consigue acceder hay un plan b: la hostilidad, que por su recurrencia se convierte en acoso.

De algún modo refleja actitudes hostiles hacia lo que se percibe como amenaza en el ajeno, forastero o diferente definido también en el término endogamia.

En esta ocasión me refiero al nepotismo laboral que vestido como digo de hostilidad se traduce en una experiencia para el o la forastera, altamente estresante.

Hago alusión a los efectos que tiene en quien sufre la injusticia, la mentira, la manipulación a cargo de quien sustenta poderes fácticos aunque sean de medio pelo, si tocan de cerca arañan. El arañazo puede ser más o menos profundo incluso infectarse, depende entre otras variables del tiempo de exposición.

Ignorar, ningunear, dar información incompleta y confusa, asignar tareas alejadas del puesto de trabajo que corresponde, etc., son indicadores de un acoso que obra, precisamente, desde actitudes sibilinas con el fin de desgastar y favorecer la retirada de quien se encuentra en inferioridad de condiciones por ser nuevo en el grupo. El malestar sembrado crece en el interior como si de mala hierba se tratara y los abusadores se complacen del efecto de su cosecha. Un juego que avanza con un fin esperado por los malhechores, que el extraño salga, abandone y deje paso a los aliados que esperan su turno para que todo cuadre.

Y así, la partida termina y el pastel sigue repartido entre los amiguitos/as que para eso se ha horneado.

Como les sugiero a las personas con las que trabajo, volcar fuera lo que se acumula dentro es un comienzo, ya sea escribiendo, hablando, paseando. Es una medida de vaciado para evitar que los síntomas físicos ganen espacio, algo hay que atender y hemos de ponerle nombre para darle respuesta.

Es preciso tomar distancia para analizar con perspectiva y decidir lo más conveniente. La reflexión se hace urgente:

¿Quién nos protege del nepotismo? ¿Hemos de abandonar lo logrado por méritos propios o simplemente asumir con resignación lo que nos toca y sufrir en silencio?

No sé si realmente hay solución para reparar el sistema, no sé si está tan podrido que incluso con apariencia de transparencia se encubren todas las fechorías posibles. Sin embargo, animo a la perseverancia de creer en la ética construida a base de conocimiento y empatía y alejarse de lo podrido en la medida de lo posible para evitar contagiarse.

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